Si esperas un restaurante al uso en el que te den una carta con sus precios, un servicio ordenado...olvídate de este restaurante. Se trata de uno de los mejores sitios que hemos ido, tanto por el trato del dueño (y del servicio) como por la comida. No existe carta, el dueño te canta lo que tiene y te pregunta si tienes mucho hambre o no para dimensionar las raciones. Fue tan cercado que nos proponía platos para compartir y así probábamos más cosas...todas deliciosas, la pasta en su punto, y el fruti de mare un auténtico lujo. Nos recomendó un buen vino (sin que se pasara en el precio) y finalmente los cinco disfrutamos de una agradable cena. La única pena es que no tuviera sitio en la terraza, pero bueno costó hacer la reserva, él hablando en italiano, nosotros en ingles y luego él en itaspanisenglish....genial hasta en eso.
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