Todo, absolutamente todo en este hotel tiene encanto para dar y regalar.
El enclave y la arquitectura son una maravilla, el huésped se siente como en su casa o mejor.
El establecimiento en su totalidad está cuidado y mantenido al detalle y a diario. Se respira paz y sosiego.
Estuvimos alojamos en una habitación clásica con bañera de hidromasaje. Pequeña, pero muy cuca, con una magnífica decoración y el espacio aprovechado al milímetro. Se agradece la multitud de enchufes que permite trabajar, cargar móviles y ordenadores, cepillos de dientes…
Se respira el orden, tanto a la hora del desayuno (todo buenísimo, por cierto), como de las comidas (en ese patio tan agradable con su fuente) o en la piscina.
El servicio… sencillamente encantador.
Ni siquiera tengo palabras para describir lo maravillosamente que se está en Las Casas de la Judería, además, respetan a los que fumamos mientras que respetemos las normas, esa libertad es otro lujo hoy en día.
Solo echamos en falta alguna que otra tumbona en la piscina y algo más de gastronomía cordobesa (flamenquines, por ejemplo) … por lo demás, de diez. Volveremos encantados.