Soy cliente relativamente frecuente de Limbo. Lo reconozco, me encantaba, hasta mi última y penosa experiencia, para no volver.
Reservé mesa para 5 personas, tres adultos y dos niños. Cuando llegamos nos encontramos con sientan en una mesa redonda para 2 o 3 personas.
Con la cubertería y platos ya no había espacio para la comida. Así lo manifestamos a la camarera, muy mona ella pero poco competente. Insistió en que era mesa para 5. A pear de que detrás nuestro había una mesa enorme casi vacía y ocupada por 3 personas que, además, Ino estaban comiendo.
Cuando llegó la comida, en efecto, no había espacio para colocar las bandejas. Pretendían que trinchasemos el pollo literalmente con las bandejas apoyadas en nuestras rodillas. Igual es una cosa muy trendy propia de la generación Z y yo soy de la antigua usanza. Me gusta estar cómodo cuando como y más si pago por ello.
La camarera, mona ella e incompetente , literalmente optó por hacer caso omiso de nuestra mesa. Esta vez trasladamos nuestra queja ya de forma más firme, a otro camarero. Primera resistencia pero finalmente, tras nueva insistencia y gracias a la generosidad de los otros comensales en la mesa casi vacía conseguimos cambiarnos.
Claro, la comida ya estaba fría y yo de especial mal humor.
Es pollo esta bueno, pero es eso, pollo. Vamos que no hay que tragar con un mal servicio para comer pollo al carbón, por muy cool trendy que sea el sitio y el grupo La Musa.
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