Alejada del concepto de franquicia se encuentra esta pastelería de barrio con amables dependientes. Es un lugar excelente para probar los dulces lisboetas junto con un café, es muy económico así que se puede probar un poco de todo, incluso variedades saladas. Tiene una pequeña sala para sentarse después de haber pedido en el mostrador.
El “pastel de nata” es el mejor de todos los que probamos. Aconsejamos probar el “pastel de aljama”... no comprendemos la razón de que no se oiga mucho de él ya que está buenísimo.
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