Un restaurante íntimo, acogedor con esencias vintage. Comes rodeada de fotos, objetos del pasado, cine... luz cálida, dos zonas diferentes, acogedor. El menú no es extenso pero si muy agradable. Algunos productos son de la huerta de la dueña. La camarera a veces entorna el principio de un baile clásico llevando los platos a la mesa (según tenga el día). He ido dos veces y no me ha defraudado. Está en la parte alta del edificio, subiendo las escaleras ya os vais enamorando del lugar. Abajo se sitúa la parte del Bar/Pub en el que una variedad de whiskies y cervezas os están esperando. No defrauda y podéis haceros unas fotos muy chulas si os gusta posturear.