La casa está ubicada en un pequeño pueblo en la entrada del parque natural de Aralar. Si bien el pueblo no tiene muchos atractivos, a nosotros nos sirvió de base para conocer la zona, tanto Navarra como Guipúzcoa, pues se encuentra justo en el límite entre las dos províncias.
En cuanto a la casa, sólo podemos decir cosas positivas: un caserío recién restaurado, con todo el equipamiento necesario, en un sitio super tranquilo, y con una atención por parte de los propietarios excelente, siempre preocupados para que tuviéramos una estancia satisfactoria. Incluso acabamos comiendo huevos de sus gallinas y haciendo ensalados con las verduras de su huerto. Además los niños pudieron dar de comer a los animales.
Totalmente recomendable.