Fin de semana largo en Praga. Cena para 4 personas siguiendo las recomendaciones deTripAdvisor. El local muy cómodo. Decoración mezcla de varios estilos y con pinturas modernas como protagonistas. Trato perfecto y amigable nada más cruzar la puerta. Optamos por pedir a la carta y no el menú de degustación. Platos muy elaborados donde prima el respeto por la materia prima. Raciones abundantes y bien presentadas. Sabores intensos y muy bien integrados. Impresionante la crema de langosta con tamarindo, huevo escalfado y ravioli de gambas. Lo mismo para las carrilleras de ternera, la lengua de vaca glaseada con topinambur y el plato de salmón. La ensalada de queso de cabra con remolacha para quitarse el sombrero. Las guarniciones de todos los platos muy buenas y abundantes.
Por poner un pero la inexistencia de una carta de vinos es un detalle que crea cierta ansiedad por la incertidumbre que crea a la hora de recibir la cuenta. Si bien es cierto que el sumiller (que es el dueño) en base a nuestras preferencias nos recomendó un blanco local impresionante (chardonnay 2012, Jaroslav Osicka, con un año en barrica) y a un precio imbatible para el tipo de vino (unos 30 € al cambio) siempre te queda la duda terrible de cuánto será el precio a pagar.
Al final 4 entradas, 4 platos principales, 1 botella de vino, dos botellas de agua de 1L y un café 120 eur exactos al cambio. Un precio regalo para la calidad del restaurante, de la comida, de la bodega y del servicio.
Sin duda para repetir