Me recibieron muy mal. Un camarero muy mal educado, me pidió el certificado COVID. Yo lo llevaba impreso en papel. En todos los sitios en los que estuve, no hubo problema de lectura del código QR, peeo aquí, la mala iluminación de la entrada y la mediocridad de la máquina de lectura, hicieron imposible la validación. El señor me invitó a irme del local. Un verdadero maleducado. Como no tenía otra opción, porque en Bucarest, por el tema de la enfermedad, los locales cierran pronto, a través de la aplicación sanitaria de mi móvil, pude exponer una copia, que con el máximo de brillo, una señorita me escaneó.
En cuanto a la cena...si pidrs agua mineral, te intentan colar la más cara. La comida, una sopa de ternera, muy fuerte de sabor, un estofado de cordero, que llegó frío, y de postre una pavlova, lo mejor de la función.
Como colofón, músicos tocando a todo trapo, hacen molesta la cena. Y en la nota, una petición de mal gusto... si has quedado sarisfecho dejes el 10% de propina y si ha sido todo excelso que dejes el 12%.
Una verdadera trampa para turistas e incautos. Así es el restaurante más antiguo de Bucarest.