Desde la fachada despojada, la entrada, la decoración interior y el subsuelo, todo es de buen gusto, moderno y cálido. La atención del personal es impecable y la comida es superlativa, así como la carta de vinos de etiquetas de primera línea.
En el sótano hay otro salón para reuniones privadas, un living con barra y la enorme cava. Única crítica: el sótano tienen mucha onda, pero hay demasiado olor a humedad.
Un descubrimiento de alta gastronomía en Mar del Plata.
Imperdible.
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