La disponibilidad de un lugar donde comer algo, en vez de los carritos de comida rápida disponibles en el exterior, se agradece. La atención personalizada es expedita, es posible que la carta sea muy reducida y faltan más alternativas, pero la oferta disponible es muy precisa, sana y minimalista.
La carta de vinos es variada y las alternativas de consumir una copa en vez de la botella también es valioso.
El lugar es armónico, sigue las líneas arquitectónicas del Museo y el mobiliario respeta los colores y el espacio.
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