La comida es extraordinaria. Las carnes están muy jugosas y en su punto. No tengo ninguna queja con respecto al producto, que es sencillamente inmejorable,y a su vez, el sitio es espectacular. SIN EMBARGO, tuve la desgracia de ser atendido por un camarero de unos 60 años, calvo, que quizá de joven soñaba con ser Miliki pero que tenía cero gracia. Sin conocerme de nada, se refirió a mí como "el barbas". A mi amiga no paró de hacerle comentarios del tipo "qué ojos más bonitos", "hacía tiempo que no veía a una chica tan guapa", etc., etc.: piropos rancios, a destiempo y completamente desafortunados, un ataque machista, directo y frontal como hacía tiempo que no recordaba. Desde mi humilde opinión, un camarero debe limitarse a hacer su trabajo (traer la comida) y tratar a los clientes con educación, sobre todo si no los conoce de nada, como era el caso. Creo que el problema de este hombre es que sus amigos jamás le dijeron que no tiene arte. Que aunque él se lo crea, no es gracioso. Lo dejaron haciendo sus absurdas bromas y nunca le pararon los pies. Pues bien, ya es hora de que alguien se lo comunique: menos hablar, menos sandeces, menos bromas malas y baratas, y un poco más de respeto. Que sepa el dueño de la bodega que la quinta estrella que no le he puesto en esta reseña se la ha llevado este señor.